Andrea Castellanos Díaz, Abogada - Coordinadora Académica
Los abogados que son nativos digitales, es decir, nacidos en la era digital después de 1995, están más acostumbrados a consultar en internet cualquier duda inmediata que les surja, que a leer un libro para resolverla. Es más, quizá incluso piensen que no es necesario leer un libro porque cualquier información que necesiten la tienen al alcance de un clic en internet. Craso error. Este pensamiento vulgariza al abogado, que deja de aportar valor añadido a su trabajo para convertirse en uno más de una horda de abogados en ejercicio.
En mi formación de abogada, leí un libro, que aún sigue vigente, del cual resalte lo siguiente:
Se trata del “Elogio de los jueces” escrito por un abogado, PIERO CALAMANDREI, se publicó por primera vez en Italia en 1935, han transcurrido 86 años, y no ha dejado de ser vigente su contenido y esencia, sino todo lo contrario, es el mejor referente de lo que deben ser y cómo deben ejercer la justicia aquellas personas que son responsables de llevar a cabo los procesos judiciales.
De mis notas, a su texto:
El juez no tiene la razón
Cuando el abogado, hablando ante el juez, tiene la impresión de que la opinión de éste sea contraria a la suya, no puede encararse directamente con él como pudiera hacerla con un contradictor situado en el mismo plano. El abogado debe saber sugerir al juez tan discretamente los argumentos para que le dé la razón, que lo deje en la convicción de que los ha encontrado por sí mismo.
El precedente judicial
Típico es, como ejemplo de tal expediente, el exordio de aquel defensor que debiendo sostener una determinada tesis jurídica ante una Sala que había ya resuelto dos veces la misma cuestión contradiciéndose, comenzó su discurso diciendo: “La cuestión que yo trato no admite más que dos soluciones. Esta Excelentísima Corte lo ha resuelto ya dos veces, la primera en un sentido, la segunda en sentido contrario... —Pausa. Después, con una inclinación: —... ¡y las dos, admirablemente!”.
Privilegie la justicia no la ley
No basta que los magistrados conozcan a la perfección las leyes escritas; sería necesario que conocieran perfectamente también la sociedad en que esas leyes tienen que vivir. El juez que prefiere las cuestiones de derecho, piensa muy a menudo, más que en la justicia, en el ascenso.
No hacer esperar
Y esto, sin ofensa de nadie, dígase también de los jueces, cuya probidad no consiste solamente en no dejarse corromper, sino también, por ejemplo, en no hacer esperar dos horas en el pasillo a los abogados y a las partes citadas para dar principio a una prueba testimonial.
Preparación para audiencia
El que atienda los hechos, magistrado o abogado, es un hombre honrado, modesto, pero honesto, para quien dar con la solución justa que corresponda con mayor claridad a la realidad concreta.
De mi parte, modestamente complemento, para la audiencia el abogado debe ir muy bien preparado, analizando los hechos, estructurando su Teoría de Caso, visualizando todas sus aristas y, en lo posible, representándose los escenarios y eventos que pueden suceder, esto le ayuda a tener lo solución o por lo menos gran parte de ella; en la audiencia debe estar completamente atento, tome notas, escriba palabras clave, para de esta manera interrogar y contrainterrogar a testigos y peritos, esgrimir argumentos, reaccionar de manera oportuna “objeto señor Juez”; por la sencilla razón que el abogado a la audiencia no puede llevar su biblioteca.
Los abogados con más éxito son aquellos que leen fallos diariamente, mejor hablan y escriben. Algunos pocos seguramente tengan ese don natural, pero la inmensa mayoría se han labrado esa habilidad a base de tiempo y esfuerzo, leyendo sentencias y escuchando audiencias hasta la saciedad; siendo altamente recomendable además dedicar cierto tiempo a leer artículos doctrinales “de verdad”, de nuestra especialidad o de materias aledañas que nos ayudarán a incrementar nuestro acervo jurídico.
Este es el gran cometido de este evento como dijo la artista mexicana Frida: “pies para que los quiero si tengo alas para volar”, no teman volar.
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